
El 11 de marzo se cumplió un año desde que la Organización Mundial de la Salud declaró que el Covid-19 puede caracterizarse como una pandemia. Un año ha transcurrido, en el cual la humanidad ha debido acostumbrarse a una extraña nueva normalidad. El surgimiento del coronavirus ha sido un duro golpe en el planeta entero, manifestado a través de una gran crisis, no
sólo sanitaria, sino también económica. Se estima que el 2020 terminó con un 22% más de pobreza femenina en la región. Sin embargo, ha sido particularmente dura con millones de mujeres, quienes han sufrido con un peligro adicional: el riesgo que significa estar encerrados en su propio hogar sufriendo violencia machista y de género.
Desde el comienzo de las primeras cuarentenas a principios de marzo de 2020, numerosas organizaciones feministas crearon alarmas sobre el problema que para millones de mujeres implica permanecer al interior de sus hogares con sus agresores. La llamaron La Alerta feminista.
Estadísticamente las cifras del año 2020 fueron alarmantes. A pocos días del inicio de la pandemia, en abril de 2020, activistas de México informaban sobre un aumento de 60% en las denuncias de violencia a las mujeres.
En Chile, el Ministerio de la Mujer y Equidad de Género informó que su línea telefónica de ayuda había aumentado un 70% en llamadas de mujeres pidiendo ayuda. Las activistas alrededor de toda Latinoamérica y el mundo reclamaron a los gobiernos la adopción urgente de políticas estatales de protección urgente.
Bolivia registró 113 femicidios en 2020 y es uno de los países con mayor índice de violencia de género en relación con sus 11 millones de habitantes. Lamentablemente, durante el 2021, las cifras de femicidios no han dejado de subir.
En Brasil, solo durante enero, murió una mujer cada 4 horas, aumentando su horrorosa tasa del 2020. En México, cada día en promedio 10 mujeres son víctimas de femicidio. En Guatemala, a tan sólo 22 días de enero, ya tenían que lamentar 28 homicidios de mujeres en razón de su género. En ese país, la tasa de homicidios de mujeres es más de tres veces el promedio mundial.
En Argentina, con motivo de la marcha del 8 de marzo pasado, las estadísticas hablaron de 54 víctimas en lo que va de año en el país. En Colombia, al menos 47 mujeres fueron asesinadas por femicidios durante el primer mes de 2021. En Chile, en apenas siete semanas de este 2021 nueve mujeres han sido asesinadas por agresores femicidas. Estados Unidos no tiene cifras más alentadoras. A un estudio publicado el 2019 que ubicaba al país norteamericano dentro de los 10 países más peligrosos del mundo para las mujeres, hay que sumar las estadísticas sobre femicidios durante la pandemia.
Sólo durante 2020, más de 2.000 mujeres perdieron la vida a manos de femicidas. Y el 2021 se avizora con estadísticas aún mayores. Las cifras públicas más recientes sobre femicidios en EE.UU. señalan que en 2020 se produjeron en ese país más de 2.600 hechos de ese tipo, situando a las víctimas afroamericanas con un índice de 2,62 por cada 100.000, muy por encima de la media (1,20). También las hispanas, asiáticas o indígenas estadounidenses aparecen entre las de mayor incidencia.